Secuela de Candyman (1992) en la que una joven maestra es objeto del asesino inmortal en New Orleans. Ante la imposibilidad de jugar con la realidad como la primera parte, Clive Barker y su nuevo guionista Condon indagan en la forma de destruir la familia de origen de Candyman. El terror es más convencional, hay más efectismos, oscuridad y muertes. Con los mismos elementos, la culpabilidad, el niño negro y las pinturas, la película es un drama familiar barato. Lo mejor es el flashback en que aparece la muerte.