Comedia dramática en la que animador de fiestas infantiles recibe la visita en Buenos Aires de un amigo exitoso que emigró a España. El cine argentino continúa explorando el humor subterráneo, los personajes apáticos y los tiempos muertos o vacíos, como si no pudiera despegarse del modelo que señaló Martín Rejtman hace más de dos décadas. Gabriel Medina intenta jugar con una fotografía muy oscura, alguna solución vicual original y el alivio de un happy end, pero se hace muy difícil cuando los personajes se muestran incapaces de desear. Aun así la película tiene un clima opresivo que se adueña de cada escena y las secuencias de baile de la pareja (imaginadas o vividas) tienen fuerza y alegría.