Comedia de ciencia ficción en la que una chica cree que es un cyborg y conoce a un ladrón compulsivo en un psiquiátrico. Luego de la trilogía de la venganza Park Chan-wook hace un film mucho más colorido y alegre. Pero detrás de todo el color, la fantasía y el delirio subyace un humor muy negro, una violencia contenida y el drama de la esquizofrenia que transforman al film en una de las historias de amor más originales, dolorosas y emotivas que ha dado el cine en los últimos tiempos. En cuestiones de puesta en escena, imaginación visual y pulso narrativo Park deja en ridículo a Tim Burton o Terry Gilliam. Una imagen, la de la protagonista mirando hacia arriba en la fábrica de ensamblado donde trabaja, es la mejor definición de la fantasía en un mundo alienado/ante. Y una secuencia, la de la masacre imaginada en la clínica en plano general, es de un cine a todo o nada. Park Chan-wook se confirma como un cineasta imprescindible, tanto que a veces causa dolor.