Film noir en el que un policía se enamora de una mujer que investiga por un supuesto asesinato en New York. Preminger dinamita las convenciones genéricas de la novela negra, el móvil del crimen no es el dinero sino el amor, y del whodunit, todos los personajes son tan desagradables que no importa quién cometió el crimen. En algunos pequeños detalles como el recurrente uso de los relojes (escondite del arma) y el cuadro de Laura de fondo que crea una tenebrosa atmósfera aporta su toque autoral.
Preminger aprovecha la simpleza de la trama de la novela de Vera Caspary (que más allá de un giro clave a mitad de camino ofrece pocas variantes) para hacer un retrato bastante decadente de las clase alta neoyorkina. Altera algunas situaciones, características de los personajes y relaciones pero básicamente se mantiene fiel. Destacar la planificación de las dos escenas clave: el “retorno” de Laura a su departamento ocupado por el policía y el intento de asesinato del final (la espera del asesino en la escalera adornada con sombras es una de las pocas herencias expresionistas de Preminger en la puesta en escena).