Cuento de terror en el que un insecticida para uvas de vino transforma en zombis asesinos a los habitantes de un pueblo de campo de Francia. Los zombis de Rollin tienen alguna noción de consciencia, incluso son capaces de hablar, pero carecen de dos nociones básicas: el canibalismo y el contagio. Si bien el film intenta adscribirse en cierta estética gore, domina la función el tono onírico y pesadillesco como en la excelente secuencia del tren vacío.