Melodrama en el que una abogada en rehabilitación por un accidente de esquí hace un recuento de la relación con su marido en Paris. Maïwenn abandona sus relatos corales y la puesta en escena vertiginosa de sus anteriores películas para centrarse en una historia de amor tan burguesa como condenada. A partir de la narración en flashback con los montajes paralelos de la protagonista en la clínica (que sólo sirven para dar cuenta de su cambio físico) consume la historia muy pronto. Lo mejor del film (y de la relación) está al comienzo. Más allá de que el film es consciente que el problema no está en los abusos del hombre, sino en la permisividad de la mujer, a la primera señal de conflicto (la separación a causa de los cuidados que hace el marido a su ex novia que intentó suicidarse), la historia se derrumba en su intrascendencia burguesa y la condescendencia hacia sus personajes. Una cosa son los personajes burgueses (de los cuales la mayoría de los films no pueden escapar) y otra cosa son los conflictos burgueses (de los cuales la mayoría de los malos films no hacen el esfuerzo de escapar).