Comedia musical en la que un bailarín busca compañera para un importante concurso de ballroom en Sidney. Algunos críticos se apuraron a decir que Strictly Ballroom se trataba del primer musical posmoderno de la década de 1990. Pero posmoderna es la actitud que adopta el espectador hacia el producto, no los rasgos intrínsecos de la puesta en escena de Luhrmann. Una golosina visual que sería manierista si los planos se sostuvieran más de dos segundos. Es cierto que los personajes resultan medianamente simpáticos y que la premisa resulta irresistible. La película es llevadera, sin embargo llega un momento que se ve superada por su falta de capacidad de síntesis para encontrar lo bello que justo coincide con una época en la que el cine internacional adopta los mecanismos de Hollywood.