Road movie en la que un motociclista hace un viaje a través de USA en camioneta en busca de un amor perdido en Los Angeles. Más allá del escándalo (largas tomas en las que no pasa nada, historia minimalista a más no poder, escena final fellatio) no hay que perder de vista los méritos del film. Lo que resulta chocante es que un cineasta se exprese de forma tan cruda sin coartada de las estructuras narrativas habituales, casi como un diario personal. Solamente ese gesto nos obliga a mirar el film con otros ojos y escapar de lo coyuntural para buscar la profundidad. En ese sentido el film de Vincent Gallo no es más que otra historia de obsesión, culpa y amor imposible, aspectos que ya había explorado en su ópera prima. La película muestra una América fantasmal: carreteras, calles desiertas, personajes solitarios, un inmenso decorado sin sentido. A partir de los silencios omnipresentes, tomas fijas y largas, ocasionales canciones, Gallo director transmite todo la tristeza y melancolía del estado mental del protagonista. The Brown Bunny es una de las meditaciones más personales y audaces que ha dado el cine en lo que va del nuevo milenio.