Comedia romántica de ciencia ficción en la que una operadora telefónica con mala suerte con los hombres y un enfermero que dice venir del año 2470 inician una relación en Manhattan en 1999. El film de Anderson es aún más modesto en sus pretensiones y excéntrico en sus premisas que Next Stop Wonderland (1998). Pero precisamente se sostiene por el buen hacer de la pareja protagonista, la simpleza de la historia que no busca donde no hay, una puesta en escena bastante transparente y un montaje carente de trucos y subrayados. Porque en el fondo subyace cierta ironía y romanticismo sobre el amor capaz de hacer creíble lo increíble y posible lo imposible. Algunos arreglos formales como las secuencias vistas en reverso, el montaje de fotos congeladas y los jump cuts de algunas escenas no resultan para nada molestos. Destacar que la neurosis de Marisa Tomei no cae en la caricatura, la locura de otro mundo de Vincent D’Onofrio (ambos superan sus habituales estereotipos) y la aparición de Anthony Michael Hall como él mismo en el mejor papel que hizo en los últimos diez años. Happy Accidents es otra pequeña gran obra que pasó desapercibida y obligó a Brad Anderson a buscar otro camino en el género de terror.