Cuento de terror en el que una chica y su padre van a acondicionar una casa familiar de campo y son acosados por una presencia en Estados Unidos. Remake de La casa muda (2010). La dupla de Chris Kentis y Laura Lau tuvo que esperar ocho años después de Open Water (2003) para realizar otro film. Hollywood no premia a los indies que cruzan la barrera del mainstream con estética amateur. En los papeles, la propuesta no es muy estimulante. Los remakes inmediatos de películas de terror extranjeras han dado sobradas muestras de futilidad, sino recordar Quarantine (2008) o todos los japoneses. El ejercicio formal de la continuidad de plano no es muy productivo para el género de terror. Por lo que las mismas virtudes y defectos del film original pueden aplicarse a este. Eso sí, se evidencian algunas mejoras en el acabado técnico, el uso de los colores, la fotografía, la interpretación de Elizabeth Olsen, en cierto tono más abstracto de la amenaza y en la imagen de los baños sangrantes. Pero aun así, la pereza en la puesta en escena es indisimulable, en algún momento se pierde la conexión realista y los baches se hacen imposibles de llenar. Tal vez Kentis y Lau buscaban entrar en la industria y sólo hacen los deberes de cara a futuros mejores proyectos.