Drama en el que dos amigos de la universidad se reencuentran años después y van a buscar a una mujer de la que estuvieron enamorados en Corea del Sur. La puesta en escena de Hong Sang-soo, con sus largos planos generales, la utilización del sonido ambiente, la tranquilidad de sus personajes pese al dramatismo de las situaciones, en fin, la distancia nada forzada, no intenta mostrar verdades sobre el cine o la vida, sino hacerle sentir al espectador lo que se ve en la pantalla. Pese a incluir a un director de cine entre sus protagonistas y un par de flashbacks, esta tal vez sea la más lineal y pura de sus ficciones, donde el desplazamiento mental se convierte en físico y el pasado se hace futuro delante de nuestros ojos. Las complejas relaciones de rencor, culpa y desconfianza de los personajes también dan paso al puro presente donde la ausencia anula la carencia. Hay que destacar la potencia de las actuaciones del trío protagonista, el realismo de las escenas de sexo, la naturalidad con la que se cuela el humor (que recuerda un poco a Jarmusch) y cómo el film pierde su hilo y desvanece en otra historia para no ser tan doloroso. En cuanto al bello título, no tiene nada que ver con un manifiesto feminista, sino que es la simple mirada del hombre de la mujer. De a poco Hong Sang-soo se va convirtiendo en uno de los directores más personales y reconocibles del cine coreano.