Cuento de terror en el que una familia se muda a una casa en la que ocurrieron asesinatos en un pueblo de Long Island, New York en 1975. Nueva versión del libro de Jay Anson supuestamente basado en una historia real. De más está hablar de la futilidad de estos remakes, del temor del espectador cuando Michael Bay aparece en los créditos, de la incapacidad de los directores de videoclips para adaptarse al género de terror o del hecho de que el original ni siquiera era una buena película. Así planteadas las cosas, las expectativas no podían ser más bajas para el film. Pero esos no son los principales problemas. La superposición artificiosa de subgéneros (casa encantada, cuento de fantasmas, psycho thriller, horrores demoníacos) no puede ocultar el hecho de que la historia ha sido vista infinidades de veces. La reaccionaria concepción de la institución familiar, que ya atrasaba en el film de Rosenberg, aquí se acentúa. La película carece de un auténtico toque malsano. En ese sentido, con una premisa similar, Darkness (2002) de Jaume Balagueró iba mucho más lejos. En el décimo cuarto film de terror americano estrenado en el año 2005 (a la altura de agosto) se reitera una alarmante falta de riesgo: la historia es la misma de siempre, los personajes son de una chatura galopante, la música carece de alguna melodía destacable y la fotografía está repleta de sombras que no asustan a nadie. En este caso ni siquiera las actuaciones de Ryan Reynolds y Melissa George están a la altura de la “seriedad” del proyecto. Philip Baker Hall, por su parte, interpreta al cura que escapa despavorido de la casa y de la película. The Amityville Horror (2005) es un ridículo fast-food de pseudo terror con el que ni dan ganas de enojarse.