Drama en el que una madre escapa de su esposo golpeador mientras busca un lugar para quedarse con su pequeño hijo en Buenos Aires. El film no trata exactamente la violencia doméstica sino sus consecuencias (nunca se muestra al esposo golpeador). Pero más allá de sus buenas intenciones, el tema y las elecciones que toma Lerman no dan mucho margen de maniobra. No se trata de la disyuntiva de escapar o enfrentar el peligro. Ahí no hay alternativa. El problema es que al adoptar el punto de vista del niño y filmar la escena en que vuelven al departamento como una película de suspenso Lerman se desentiende del asunto. Generar temor no es ninguna solución. La película pone al desnudo su guión maniqueo y se va encerrando en su discurso de una sola nota (sólo válido para una campaña institucional de prevención de la violencia doméstica). En una historia de este tipo tomar el punto de vista del niño no es la opción sutil, sino la opción fácil. Y convertir al film en una especie de thriller urbano en fuga es más un acto de cobardía que de osadía.