Drama en el que un presidente argentino acude a una cumbre regional en Chile mientras lo visita su hija que atraviesa una crisis matrimonial. La película tiene el mérito de incursionar en un territorio poco explorado por el cine argentino de ficción: la política. Es decir, pone la política en el escenario de la ficción. No vale la pena buscar semejanzas puntuales con la actualidad o rastrear signos partidistas porque el film se desarrolla en un mundo de ficción. En cuanto a la puesta en escena Mitre se aplica como obediente director realista americano de mediados de la década de 1970 (Alan J. Pakula, Sydney Pollack) y el reparto (Darín, Rivas, Romano y Fonzi) se encarga del resto. Pero a la trama política le falta agudeza y la trama “policial” está cocida a medias. Por lo que el película termina diluyéndose en su propia solemnidad y falta de variantes. No se trata de las simplificaciones de una (el papel casi nulo de Venezuela en una cumbre sobre petróleo, el presidente mexicano actuando como un ‘cuate’), o de los lugares comunes de la otra (la sesión de espiritismo, los flashbacks) sino qué hacer con ellos. Allí la distancia entre el Mitre guionista y el Mitre director sigue siendo infranqueable. Cuando uno no ayuda, el otro resta.