Drama en el que una familia se reúne un domingo en la casa de los abuelos a las afueras de Yokohama. Koreeda muestra una serenidad y una paciencia para planificar y montar las escenas que es muy difícil de encontrar en el cine contemporáneo. Las caminatas por el barrio, la inclusión de la música y el uso del paisaje no son meramente ilustrativas. Sutilmente los rituales cotidianos de cocinar, comer, bañarse o dormir se convierten en leit motiv narrativo de la película. De a poco el guión desliza el motivo de la reunión y, como es habitual en Koreeda, está relacionado con la muerte, pero el film no se convierte en un torrente de lágrimas o un concierto de reproches. Si bien los conflictos por debajo no tardan en aparecer (el desempleo, el pasado trágico, la madre que se queja de su suegra), nunca interrumpen el fluir del tiempo que propone la puesta en escena. Cuando las películas dan la sensación de que no pasa nada es, por lo general, porque lo que tiene que pasar todavía está pasando. Tal vez a la última media hora del film algo le falte y algo le sobre (ese espantoso plano en elevación del final), pero Still Walking es lo más cerca que estuvo Koreeda del cine de Yasujiro Ozu (y no sólo en la belleza de los planos fijos).