Mezcla de drama y thriller de acción militar en el que un soldado despedido se obsesiona con volver al ejército en una playa vigilada en la frontera de la dos Coreas. El film es otro de los estudios de Kim Ki-duk sobre la violencia como poder expansivo y contagioso y de la crueldad como única forma de comunicación de los hombres. Aunque esta vez la película desprende cierto humor negro, hasta algo de ironía, en la forma tan directa y cruda de presentar los hechos. Tal vez su cine sea uno de los más puros, crudos, realistas y bellos de la actualidad, por eso mismo parece tan abstracto, irreal y fantasmal. Sin temer a las acusaciones de preciosista, hay pocos cineastas que cuiden el aspecto formal y la belleza plástica (especialmente la fotografía) tanto como Kim Ki-duk en la actualidad. Todo esto con un film que desde su argumento podría remitir al modelo de acción americano, con un terrorista que busca venganza y un esquemático enfrentamiento de uno contra todos. Pero en el fondo critica el absurdo de la institución militar (y en particular la guerra de Corea) y las jerarquías en las instituciones de poder que generan una violencia en cascada.