Secuela de The Devil’s Carnival (2012) en la que una feria del Infierno recibe a una becaria para ingresar al Cielo. Bousman de a poco le ha encontrado el gusto a los musicales de terror. La película ya no depende de las canciones y de los números musicales en sí o si quiera de la iconografía del cine de terror, sino que se desenvuelve como una fábula excéntrica que satiriza sin compasión las figuras del bien y del mal. Bousman muestra un placer por la narración que es muy difícil de encontrar, no sólo dentro de los directores de cine de terror de la actualidad, sino de los directores en general. Después de una presentación en la que aun habiendo visto el capítulo el capítulo anterior cuesta descifrar de qué va el asunto, la película acertadamente sigue los pasos de la chica que toma el mal camino. Sin duda la descripción del cielo como una corporación mediática o de entretenimiento decorada como un edificio de la década de 1950 es el gran acierto de la película. La inversión de los roles y las potencias de lo falso surgen con naturalidad. Y las posibilidades alusivas del relato aparecen solas, incluso sobre el tema de la inmigración.