Aventura caníbal en la que un grupo de activistas americanos tiene un accidente aéreo y es raptado por una tribu de caníbales en la jungla de Perú. Si en Hostel: Part II (2007) ya se detectaban algunas referencias a las profundidades del cine trash italiano, ahora Eli Roth trata de revivir las películas italianas de canibalismo. Un subgénero infame por definición, compuesto por no más de 15 películas con la misma premisa argumental y el mismo destino para sus personajes cuyo principal atractivo yacía en la mezcla de la aventura con el realismo (no verosimilitud) del horror. Hacía 25 años que se realizaba un film en este estilo. Eli Roth seguramente vio todas aquellas películas, pero es incapaz de extraer algo de ellas. Su intento de adaptar el subgénero al público de hoy choca con los requerimientos de un producto que aspira a cierta distribución masiva. Cierto es que pone empeño y que la disposición de medios está por encima de la media. Pero hay una problema en el cine de Roth que hasta ahora no ha podido solucionar entre las derivaciones de comedia y el surgimiento del horror. El verde flúor de la selva de la fotografía parece un poco excesivo. El body painting de los nativos anula toda construcción del otro. Por otra parte, sin crueldad contra los animales y sin desnudos, una aventura caníbal no es una aventura caníbal. Sólo la primera parte la película funciona. Roth se toma su tiempo para presentar la situación, los personajes y llevarlos de acá para allá. Sin caer en la comedia, pero siempre bordeándola su puesta en escena tiene cierta transparencia (hasta podríamos decir clásica) para planificar y mostrar los desplazamientos de los actores. Pero una vez que los personajes son capturados el film entra una curva descendente. Roth sólo es capaz de incluir un par de groserías. El chiste demasiado elaborado de la mariguana es ridículo.