Cuento de terror en el que un grupo de amigos va pasar unos días a una quinta a las afueras de Buenos Aires y es acosado por un asesino. Todo lo bueno o malo que podamos decir del film va estar condicionado por la precaria fotografía en video. Para 1990 las cámaras de video no estaban ni remotamente cerca de llegar al estándar cinematográfico. Y eso para un film realizado todavía dentro de un esquema industrial se hace notar doblemente. La película toma el escenario del slasher, pero es incapaz de aprovecharlo. Se transforma en una monster movie incoherente. Los redoblantes dobles de batería de la banda sonora son inmediatamente descalificadores. La referencia visual al giallo surge naturalmente, pero no está explorada convenientemente.