Cuento de terror en el que cinco jóvenes en una cabaña que participan de un reality show que se transmite por Internet empiezan a sospechar que sea una trampa en Norteamérica. La película se suma a la nueva tendencia del género de terror de falso documental e hiperrealismo, pero pasa con creces el examen por el rigor formal y la originalidad de la trama. El gran mérito es que recupera un recurso que el género tenía olvidado desde que The Shining (1980) y The Evil Dead (1981) inauguraron el abuso de de la steadicam y los travellings: los planos fijos y el impacto del montaje seco son mucho más desesperantes durante las secuencias horrorosas. Si bien los personajes no son más que estereotipos (el chico bueno líder, la chica sensible asustada, el insoportable de bromas pesadas, la medio putona y el marginado sufriente), de hecho hasta citan a The Breakfast Club (1985), el film juega con la idea de la desconfianza entre ellos y con la sospecha de que debajo de la máscara hay un psicópata. En el fondo es una crítica inteligente a los nuevos medios y tecnologías que bajo el manto del anonimato permiten llevar a cabo los actos más crueles y perversos. La película tiene momentos de impacto pocas veces vistos (cuando bajan por primera vez al sótano, escuchan el ruido mientras Internet y la escena del primer asesinato): la cámara no sólo capta el horror, sino que es el horror en sí mismo. No es necesario el gore en los asesinatos. My Little Eye tal vez no sea el mejor film de terror del año 2002, pero sin duda el más desesperante y perturbador. Lástima que Universal, la encargada de su distribución internacional, ni se diera cuanta.