Cuento de terror en el que un grupo de personas quedan atrapadas en una isla camino a Provincetown, Massachusetts rodeadas por unas criaturas microscópicas en el agua que comen carne viva. Sin proponérselo (o si quiera saberlo) el film se convierte en una especie de puente entre dos formas de concebir al género de terror. Por un lado anticipa ciertas inclinaciones hacia el cuerpo, el espacio y el gore. Pero por otro lado todavía se encuentra atado a la figura del científico loco y el monstruo. A pesar de algunos personajes insoportables y la falta de presupuesto, el film se las arregla para poner en pantalla unos decentes efectos especiales (al menos en la primera parte) y lograr cierta sensación de inestabilidad a partir de una planificación que utiliza la profundidad de campo y las diferencias de tamaño entre los personajes. Y la primera escena anticipa por más de 10 años a Jaws (1975).