Drama en el que una adolescente de un colegio religioso descubre su sexualidad en Salta. Martel confirma las expectativas creadas por su ópera prima. En otras manos la temática del film hubiera caído en un rejunte de obviedades y excesos. Martel opta por un tratamiento original e intimista. Su forma de planificar (la cámara siempre en un lugar incómodo) establece un punto de vista más atento a los detalles y los gestos mínimos. No es exagerado establecer puntos en común con Bresson y Bergman. Las acciones y las situaciones más simples adquieren una dimensión espiritual. El film aprovecha la sexualidad implícita de las acciones para magnificar los silencios, los sonidos y los olores. En cuanto a las actuaciones, María Alche tiene un rostro cargado de inocencia, belleza y perversión y Carlos Belloso encarna la doble faceta de perverso “salvador”. La impecablemente abierta resolución se desentiende del supuesto escándalo. La película fue ilustremente olvidada en la ceremonia de premiación del festival de Cannes de 2004. Estando Tarantino como presidente del jurado es de entender que una propuesta sutil poco tenía que hacer.