Comedia dramática en la que un joven del interior busca trabajo como artista en Buenos Aires. Favio vuelve a utilizar su estilo tan particular como irreverente (si por irreverencia entendemos darle el protagónico a Carlos Monzón y filmar una escena dramática con ruleros). Pese a las modestas pretensiones del relato, la película busca deliberadamente emocionar y lo hace con recursos válidos. La resolución quiebra el verosímil para testimoniar la condenada existencia de los protagonistas y presagiar los oscuros tiempos que se iniciaban en la Argentina.