Comedia romántica en la que un cirujano plástico de Sevilla se enamora de una decoradora en un viaje a Buenos Aires. Subiela abandona el surrealismo publicitario, el misticismo berreta y la metafísica de libro de autoayuda para incursionar en un género cinematográfico clásico. Allí aparecen insalvables obstáculos (el dibujo de los personajes, el tono de las actuaciones, la pedantería de los diálogos) que hacen imposible la propuesta. La película no funciona como historia de amor, comedia de enredos o drama de crisis de pareja. Deambula complacientemente en la intrascendencia. Que Subiela siga insistiendo a los 60 años en el romanticismo de frases berretas, en los conflictos asquerosamente burgueses y en el dilema del paso del tiempo ya resulta preocupante. Con este film trata de tomar un camino más convencional, pero la impericia es la misma.