Cuento fantástico en el que un hombre intenta despertar de un sueño en un fantasmagórico hotel de playa en la década de 1930. El film tiene algunas imágenes sugerentes (el velatorio en el que el muerto se masturba y la mujer desnuda acostada con manos que aparecen), pero es una lástima que no profundice los elementos pesadillescos de la historia y se quede en un tosco romance. Las vagas referencias a L’année dernière à Marienbad (1961) se agotan en el mismo momento que se enuncian. La surrealista búsqueda de la rareza deviene fútil. Sólo se salvan la corrección de la música de Osvaldo Montes y la fotografía de Daniel Rodríguez Maseda. Para el no recuerdo son las escenas en que el protagonista pasa de la risa al llanto (de lo más patético del cine argentino de los últimos años). La fusión de la realidad (blanco y negro) y el sueño (color) de la resolución es demasiado obvia.