Drama en el que las vidas de un grupo de personas se cruzan en Buenos Aires. Luego de Tan de repente (2002), Lerman amplía sus horizontes con un relato coral y una puesta en escena más estilizada. En apariencia el esquema remite a los films de historias paralelas de Robert Altman y Paul Thomas Anderson o a una versión irónica de las películas de Alejandro Gonzalez Iñarritu. Pero afortunadamente va por otro camino. Lerman parte de pequeñas situaciones, utiliza un humor subterráneo y tiene poco interés en caer en la sátira fácil. La película crea un inestable equilibrio entre los personajes y las escenas que genera una constante sensación de fragilidad. Con la recurrencia de ciertos elementos (la perforación de las orejas y de los tatuajes, la ruptura accidental de platos, las visitas a médicos por chequeos, las enfermedades, las picazones, los ladridos de los perros y las pesadillas que se intuyen), el film construye pequeños episodios que se interrumpen metódicamente antes de que se puedan ensamblar. Tal vez los actores quedan un poco desprotegidos en este esquema, algunos diálogos no terminan de cuajar y el juego del realismo y la estilización no está del todo explorado, pero son los riesgos que la propuesta asume conscientemente. Por otra parte, Lerman conecta con algunas corrientes del cine argentino: la cita explícita a Rosaura a las 10 (1958) y la contención de El dependiente (1969). Aunque pierda algo de la espontaneidad de la su ópera prima, Lerman da un paso adelante en su obra.