Comedia dramática en la que una pareja de hermanos mayores compra una casa en Uruguay luego de la muerte de su madre en Buenos Aires. Burman recurre a dos figuras consagradas del medio local (Graciela Borges y Antonio Gasalla) y a una mirada condescendiente (que hasta ahora estaba oculta en su cine) para redondear el film más flojo de su carrera. Hay muchas decisiones cuestionables: los personajes sacados del peor rococó (hermana insoportable, hermano sometido), la trama de los ensayos de Edipo Rey forzada, la puesta en escena televisiva en función de los actores. Pero no son el peor defecto de la película. La intención de además querer hacer un film “sutil” (la negación de datos del pasado de los personajes, los leves movimientos de la cámara fija, la homosexualidad de fondo del hermano) lo condena inmediatamente a la intrascendencia. El riesgo que corren los directores que saben de antemano lo que quieren mostrar antes de mostrarlo es que lo terminen mostrando. La última imagen paisajística de la reconciliación es el peor plano que rodó Burman en toda su vida, publicitario en el peor sentido. No se puede decir que esta película suponga un paso atrás para Burman. Su cine ya apuntaba al conformismo y a la chatura.