Thriller en el que un estudiante de arquitectura persigue al amante de su novia en Buenos Aires. Szifrón trata de conjugar la estructura visual del género de suspenso con la obsesión/capricho personal de un protagonista repleto de manías. Por buena parte del film lo consigue. Daniel Hendler interpreta al hombre común en una situación extraordinaria como un neurótico obsesivo. Pero no deja de ser decepcionante la falta de valentía para afrontar las consecuencias de semejante maniobra. Hay un mecanismo típicamente hollywoodense que consiste en darle a ciertas situaciones más importancia de la que tienen (que parece que Szifrón tiene bien aprendido). Así se genera intriga, pero también lleva al film al terreno de la banalidad si no hay nada de fondo. Y este es el caso. La película no es más que otra torpe historia de pasaje a la madurez.