Drama en el que una joven viuda con dos hijas empieza a salir con un contador que le propone matrimonio en Buenos Aires en la década de 1960. Más allá de la sensación de frialdad que domina al film, hay un sentido del humor subterráneo que se cuela por sus imágenes. El personaje del contador es un pesado que se presenta con la más agradable de las actitudes, pero Rotter encuentra un oportuno hallazgo visual que lo humaniza: el rostro decepcionado por la ventanilla del ascensor. Es cierto que la película establece un diálogo con el cine argentino de principios de la década de 1960, pero da la sensación de que asume demasiadas cosas sobre cómo eran las cosas en esa época y de que los diálogos un poco afectados podrían haber sido simplificados. La fotografía en blanco y negro es un plus para una película de este tipo, pero el recurso del fuera el foco (ya una constante en las películas de Rotter) termina siendo tan molesto como artificial.