Comedia dramática en la que cinco jóvenes comparten un departamento en Buenos Aires. Ecos del cine asiático más estilizado (Wong Kar-wai y Tsai Ming-liang) se cruzan en unas historias urbanas que no caen en el lugar común de la marginalidad. El gran mérito del film es poder expresar desde lo subjetivo los deseos, las transiciones y las frustraciones de una generación ausente (o muy mal representada) en el cine argentino contemporáneo. Claro que la película no es perfecta: se escapa un poco de condescendencia en el retrato de los personajes, el guión algo vago se ve forzado a unir las piezas sobre el final, los arreglos formales de Rotter denotan cierta influencia publicitaria y los diálogos que tratan de ser espontáneos no son del todo inspirados. Pero son fallas de una ópera prima todavía insegura de definir su estilo y conectar con el público. Si bien el nicho de las referencias cinéfilas es acotado y el minimalismo al de la puesta en escena es un poco artificial, el film no cae en la trampa del realismo social de algunos congéneres. De sólo observar las luces de neón en teleobjetivo, la recurrencia del color rojo en los decorados y los travellings por las calles, las avenidas y los túneles, Rotter muestra su destreza visual.