Drama en el que una mujer lleva a su hijo a una clínica por un golpe y la denuncian por maltrato en Buenos Aires. Berneri se mete en un terreno complicado (la violencia familiar, los niños golpeados), pero sale airosa por la inteligencia y la ambigüedad del guión. Desde el momento en que la escena del comienzo se prolonga y no aparece la elipsis temporal, estamos en el terreno de la pesadilla kafkiana y el thriller psicológico. Si la identificación con el personaje es necesaria para este tipo de relatos, aquí no es imprescindible porque la transferencia de la culpa se extiende a todos los personajes. Berneri nos ubica en un lugar incómodo porque no hay respuestas fáciles a los hechos, nunca terminamos de conocer a los personajes y no se vislumbra salida alguna. Puede hacer soportables escenas que caerían en la manipulación o en el golpe bajo (los llantos de los niños a lo largo de todo el relato, la protagonista que no reacciona, el esposo que acusa y no defiende, la madre que pone excusas, los médicos y policías que desconfían, la resolución que suspende el tiempo) porque cualquier explicación excede a lo coyuntural y permite múltiples interpretaciones. Berneri hace un ejercicio de estilo tan sorprendente como valiente que, aun así, seguramente defraudará ciertas expectativas.