Drama en el que un escritor que prepara su autobiografía recuerda su juventud en Buenos Aires en la década de 1960. Luego de su vergonzoso último trabajo, Aristarain se recupera y redondea el mejor film de la segunda etapa de su obra. Esta vez los diálogos están al servicio de la película. El manejo de la palabra y de los tiempos narrativos recuerda a Eric Rohmer: a cada secuencia da su duración justa. El film tiene la capacidad de sugerir y formular preguntas, en especial sobre la relación del protagonista con su madre (su único amor). Tal vez el retrato que hace de las novias o las amigas del protagonista saca a relucir un poco el machismo de Aristarain, pero está más atenuado que otras veces. Aciertos mayúsculos son la estructura narrativa (tres largos flashbacks con pocas interrupciones) y el desdoblamiento de Juan Diego Botto (el escritor joven en el pasado, el corrector que lo ayuda en la autobiografía en el presente). El retrato del Buenos Aires de la década de 1960, con sus librerías de la calle Corrientes, las protestas estudiantiles, los bares del centro y el teatro San Martín, resulta tan convincente como evocador. El único inconveniente con el cine de Aristarain de la segunda etapa es que sigue siendo más verbal que visual. Igualmente Roma es una de las mejores películas argentinas de la década de 2000. Es una lástima que una mala publicidad y la repercusión de otros títulos nacionales hayan opacado su estreno.