Policial en el que un asesino a sueldo usa a un taxista para hacer un trabajo en Los Angeles durante una noche. La propuesta del film es más que atractiva. La vuelta de Michael Mann al género que mejor domina (y al que mejor se aplica su estilo) es además la primera película de Hollywood realizada enteramente en video digital. Pero esta vez Mann no logra articular la tradición genérica con una trama que juega constantemente al artificio, las pretensiones autorales en su manera de fotografiar y musicalizar las escenas con el humor (o la ausencia de humor, en realidad). El guión busca siempre la sorpresa y el giro repentino escondiendo información. La maniobra no puede sostenerse mucho más allá de la primera mitad. El film parece pensado mejor para Tarantino (las conversaciones irónicas en el taxi), Brian De Palma (siempre capaz de sostener el artificio con un mínimo de credibilidad) o Walter Hill (una puesta en escena más clásica potenciaría las sorpresas). No está mal que Mann se divierta de vez en cuando y abandone la gravedad de sus últimas películas (más aún cuando venía de un fracaso comercial), pero le sigue faltando humor a su cine. El giro no del todo afortunado de la resolución empieza a desbaratar las cosas y no queda más que escupir citas a Rear Window (1954), Le samouraï (1967) y Dressed to Kill (1980). En el recuerdo queda la manera de filmar en el auto desde su punto de vista (Antonioni), el tiroteo en el boliche con la música y los pasos de baile que se interponen. Es una lástima que Collateral no esté a la altura de los anteriores policiales de Mann, aunque la experiencia con el uso de cámaras digitales resulte positiva.