Melodrama en el que una viuda de clase media tiene un romance con su jardinero en un suburbio de un pueblo de New England. La pintura impresionista de un pequeño pueblo de la década de 1950, con su riguroso orden y sus colores pasteles, esconden las más profundas represiones. Sirk cuela por debajo del drama un sentido del humor subterráneo y una visión muy cínica del mundo. De manera tal que nunca sabemos dónde empiezan o terminan la caricatura y el retrato fiel. Dos planos que confirman su maestría: la presentación de los hijos a través del espejo y la paloma que queda sola en el molino que será su casa.