Cuento de terror en el que una pareja de hermanos huérfanos son mordidos por un hombre lobo en Los Angeles. Luego de cinco años (Scream 3 (2000) fue su último film) y de problemas con el estudio y la censura, vuelve Wes Craven al cine de terror con un producto que no aporta nada a su obra. Cuesta entender qué tan malo fue el resultado original para motivar la completa refilmación, cuál es la verdadera intención del film (comedia, parodia, slasher) y cuánto podría haber mejorado con la inclusión de escenas más violentas. Lo que sí se nota son los problemas de producción y el desgano del resultado final. El film falla en la construcción del suspense, de la tensión y del terror, en las intenciones satíricas al mundo de Hollywood, en la descripción de la transformación de los hombres lobo y en tratar de jugar con el misterio de la identidad del asesino. Como film de terror, los efectos digitales para el monstruo y la ausencia de carnalidad resultan defectos imperdonables. Como parodia del género, los personajes y los diálogos híper estereotipados y la nula habilidad para jugar con los clichés del género dejan al film en el terreno de nadie. Para películas contemporáneas de hombres lobo mejor quedarse con Ginger Snaps (2000), film con el que comparte algunos puntos argumentales. Craven empieza a pagar el precio del lugar que ocupa a raíz del éxito de Scream (1996).