Tercera parte de Scream (1996) en la que el reparto de una película de terror empieza a ser eliminado por el asesino enmascarado en Los Angeles. Esta secuela mantiene las premisas de la serie (prólogo con asesinato doble, la intimidación telefónica, el juego autorreferencial, la periodicidad de tres noches y dos días), pero le falta violencia e impacto (como producto de los cortes que efectuó el estudio y retrasaron el estreno). Los ataques del asesino carecen de indicios previos y están resueltos hasta con desgano. Profundiza sí el sentido del humor: cada personaje tiene un actor que lo interpreta en la película dentro de la película. Las reacciones de los personajes ante los ataques del asesino llevan al film al terreno de la parodia despojada de todo horror y suspenso. La mayoría de los asesinatos son puñaladas por detrás, pero sin mostrar nada de sangre. Craven utiliza mucho la steadicam en los momentos previos. La evolución de los personajes (la protagonista aislada, el deputado como pez fuera del agua en Hollywood, la periodista que viene de un fracaso) tiene poca importancia porque cae en las redundancias de una tercera parte. La indagación en el pasado de la madre muerta de la protagonista y la inclusión de una pesadilla (por primera vez en la serie) son elementos trillados. El clímax en la mansión del productor juega con una ambientación de casa encantada.