Cuento de terror en el que una estudiante universitaria toma un trabajo como niñera por una noche en una casa alejada en Massachusetts en la década de 1980. Luego de dos ejercicios de género modestos y efectivos, Ti West da un salto cualitativo que lo confirman como una de las esperanzas más firmes del cine de terror americano contemporáneo. Lo hace a partir de una estética que reconstruye la impronta de los films de terror de las décadas de 1970 y 1980 hasta en los más mínimos detalles (el ritmo de la secuencia de créditos, la utilización de los zooms, los planos generales, el uso de la música, el dibujo de los personajes) en una maniobra que no resulta artificial o impostada, sino auténtica e intuitiva. Pero también a partir del devenir-mujer de la historia (por primera vez en su obra cuenta con una protagonista mujer), de cierta arquitectura gótica en las líneas de la fotografía y en la curva de la historia, del gran uso del off visual (la escena del susto a Greta Gerwig, la llegada a la casa misteriosa), de una premisa que toma elementos de Robert Marasco y su novela Burnt Offerings (1973) y de las referencias sutiles al el primer Tobe Hooper, a John Carpenter y a Kiyoshi Kurosawa. West muestra un dominio formal del género de terror muy superior a cualquier reciclador de turno.