Cuento de terror en el fantasma de una mujer asesina en una casa empieza a cobrarse como víctimas a sus siguientes habitantes en Tokio. A partir de una agobiante composición del plano, de un excelente uso de las sombras y las luces, de un montaje que quiebra el timing habitual del género y de una escalofriante utilización de los silencios y los sonidos, Shimizu compone una modesta sinfonía del horror. Ni siquiera la confusa estructura narrativa de pequeños episodios desconectados logra quitarle impacto. La mejor escena es la del fantasma bajando por la escalera. Tal vez la imagen más terrorífica que ha dado el cine de terror japonés en los últimos 20 años.