Comedia en la que un policía promete entrenar un equipo infantil de beisbol en Connecticut. Cunningham eleva el producto muy por encima del material del cual proviene, muestra una autosuficiencia hawksiana a la hora de filmar los partidos, hace un excelente uso de la música de Harry Manfredini y deja en claro que se puede hacer un film infantil sin hacerse pasar por estúpido. En los rostros cotidianos de la América de 1970 todavía había algo de belleza.