Adaptación de comic en la que un neurocirujano de New York tiene un accidente que le arruina las manos y se convierte en hechicero superhéroe en Nepal. Marvel continúa presentando superhéroes para expandir su universo y seguir estrenando secuelas. En este caso Scott Derrickson firma como director, pero da lo mismo que sea él o un programa de computadora el encargado de la puesta en escena. Las imágenes de las manos que se multiplican son las únicas que dan testimonio de su experiencia en el cine de terror. La película no es tan extraña como el título insinúa, pero para el universo de Marvel es una verdadera extravagancia. El estilo visual puede lucirse en un par de secuencias psicodélicas. Pero después es más de lo mismo. El personaje del título se presenta en plan Tony Stark, aunque no tan arrogante. El aprendizaje del héroe no ocupa tanto espacio para ser una primera parte, pero los constantes saltos espacio temporales hacen nula la progresión al viaje. La secuencia de los edificios torcidos, como en Inception (2010), no es tan efectiva como se pretende. El problema de las películas de Marvel sigue siendo los villanos. En este caso el danés Mads Mikkelsen trata de darle fisicidad y ambigüedad a su personaje, pero no es suficiente. Y para el final, ya cuando pensábamos que nos habíamos librado de su presencia, aparece el monstruo troglodita digital modelo estándar.