Cuento de terror en el que una maldición revive a un barón del siglo XVII con gusto por la torturas en un castillo de Austria que está siendo remodelado. La apariencia del asesino parece salida de un comic (cara desfigurada, vestido de negro, sombrero de espantapájaros), pero resulta efectiva. Bava se confirma como moldeador del cine de terror moderno. La secuencia de persecución y acoso de Elke Sommer de noche por las calles de un pueblo resulta antológica.
Pese a la ambientación contemporánea, Bava vuelve al gótico. Pero con la experiencia de Reazione a catena (1971) a cuestas, el film adopta por momentos poses de giallo (un asesino suelto, armas cortantes, misterio por la identidad). Es un choque entre dos formas de entender al género que el propio Bava viene propiciado desde su ópera prima. Pero en este caso el guión claramente no ayuda. Los personajes carecen de entidad. El misterio es bastante obvio. El tono busca cierta ligereza (la música de Stelvio Cipriani lo deja claro durante la secuencia de créditos que muestra un tópico viaje de avión y arribo al aeropuerto). Por lo que estamos lejos del mejor Bava. Tal vez en una época en la cual el cine de terror gótico de la década de 1960 había perdido su impulso y en la cual The Last House on the Left (1972) se acababa de estrenar, un film como Gli orrori del castello di Norimberga puede parecer un poco anticuado. Pero el uso de los colores (especialmente el rojo), el provecho que saca de la locación real en un castillo de Austria (esos ángulos que hacen inmensos los interiores), y la utilización de la niebla y la iluminación en la mencionada escena de persecución muestran que Bava es un maestro del cine de terror atemporal. Nuevamente cuentan más las secuencias por sí solas (el asesinato del médico, la sesión de espiritismo, la persecución de la niña) que el resultado final. Es muy probable que Clive Barker haya tomado la invocación del Barón como modelo para su Candyman (1992).