Mezcla de cuento de terror metafísico y meditación sobre los tabús de la consciencia que narra cuatro episodios asociados con el incesto, la masturbación, el canibalismo y la castración. El film escapa cualquier definición facilista. Es una especia de erupción y fluido de imágenes y sonidos subyugantes de una belleza abrumadora. Hussain rompe cualquier vínculo con el horror neo romántico de Buttgereit o Cerdá. Sus imágenes van más allá del shock inmediato. Hay algunas huellas de los cineastas más rompedores del fantástico contemporáneo (David Lynch, David Cronenberg o Alejandro Jodorowsky), pero desde otro lugar. Tal vez se podría establecer algunos vínculos con uno de los films más vanguardistas del horror contemporáneo como Begotten (1990). La película es un llamado a la aceptación del cuerpo, la sangre, las vísceras, los fluidos, la vida y la muerte a través de una asociación realmente libre de ideas (el plano del pescado durante el nacimiento o el plano de la hostia durante el martirio de Cristo). En ese sentido, el prólogo con la división del cerebro (la derecha pasional y la izquierda racional) plantea una línea de análisis. Son las intenciones racionales las que vuelven a las situaciones más horrorosas. La nitidez de los colores de la fotografía del propio Hussain durante el episodio en el campo y la banda sonora de Teruhiko Suzuki le dan ya a los treinta minutos del film un estilo propio. Da una indescriptible satisfacción comprobar que todavía hay cineastas y películas rompedoras en el panorama del cine fantástico contemporáneo.