Drama de ciencia de ficción en el que una pareja aguarda el fin del mundo en su departamento de New York. Ferrara vuelve a la ficción, luego de tres documentales, ahora por primera vez en su carrera, como guionista en solitario de un largometraje. Es además, su tercer acercamiento a la ciencia ficción luego de Body Snatchers (1993) y New Rose Hotel (1998), aunque en este caso la trama de ciencia ficción es apenas un pretexto para una indagación personal del amor y de la pareja en los tiempos de la indiferencia, del entumecimiento y de la alienación tecnológica. De hecho Ferrara en esta ocasión no está tan lejos del universo de Ingmar Bergman, pero le da su toque personal a la resolución con un fundido en blanco y la palabra ángeles que hace pensar que él es aún más creyente que su guionista de antaño, Nicholas St. John. La película es efectiva al intentar captar esa atmósfera de quietud y no reacción con la que seguramente Ferrara asocia a la vida contemporánea, pero a su vez la aprovecha para que los conflictos que se presentan tengan alguna resonancia, ya sea espiritual o material. De esta forma, la comunicación de un repartidor de comida asiático con su familia en Vietnam, el malentendido a partir de la comunicación telefónica del protagonista con su familia o la posibilidad de darse un último toque de heroína, más que hacer avanzar la trama, lo que hacen es afirmar nuestra condición de humanos ante el abismo de la desaparición como raza.