Comedia dramática en la que Tony Wilson crea y dirige el sello musical Factory Records en Manchester de 1976 a 1992. Basada en una historia real. El film es una apuesta segura por la música de las bandas (Joy Division, New Order, Happy Mondays), por la acumulación de situaciones descabelladas, por el control escénico con que Steve Coogan conduce el film y por la pintura de una época en la que musicalmente todavía todo parecía posible, factible, realizable. Pero Winterbottom no se queda sólo en el chiste cómplice, en el dramatismo tremendista o en la mera exposición musical y expande los límites del producto. Al jugar con los límites del documental, de la ficción y de la recreación, el paso del tiempo marca sutilmente los cambios culturales. El protagonista remarca constantemente que no se trata de un film sobre su personaje. Lo que importa es dejar una huella, hacer historia y disfrutar en el camino. Puede parecer que en algún momento la propuesta aturde y rebalsa, pero nunca atormenta y molesta. Queda para el recuerdo el ataque en el escenario del cantante de Joy Division, Ian Curtis, las sesiones con el productor Martin Hanett y la fotografía rojiza en los viajes de colectivo. Pese a que parece que se divirtiendo más haciendo el film que mostrándolo, la película es capaz de hacer un retrato de la historia musical reciente sin perder el típico humor inglés.