Film de animación en el que un joven no puede despertar de un sueño y queda expuesto a una sucesión de conversaciones filosóficas. Luego de su experiencia fallida en el cine de género con The Newton Boys (1998), Richard Linklater se repliega hacia un experimento que recuerda los viajes en busca de certezas y sentidos de las nuevas olas del cine de la década de 1960. La original técnica artesanal de animación (que filma al actor y luego dibuja arriba) nos regala unas hipnóticas imágenes en la que los colores se difuman y los fondos se mueven y, al mismo tiempo, permite capturar detalles del lenguaje corporal, de los gestos y las miradas que la animación por sí misma no podría lograr. Esta alteración en la imagen crea una explícita y exhaustiva representación del sueño que ni los cineastas más comúnmente asociados al surrealismo (Buñuel, Lynch) si quiera se plantearon. Al igual que Tape (2001), Linklater usa las nuevas tecnologías digitales con fines estéticos (las imágenes parten de la realidad pero la textura diferente le asemeja a los sueños), no como mero efectismo (Danny Boyle) o sencillamente para ahorrar presupuesto (Robert Rodriguez). La breve aparición de los personajes de Before Sunrise (1995) es un pequeño comentario de ese film respecto a los sueños. La recreación del momento sagrado de André Bazin, con guiño a Godard incluido, es una declaración de principios teóricos y cinéfilos, por si hacía falta. En cuanto a la importancia de los diálogos, a la acción de escuchar y a la posibilidad de respuesta, Linklater sigue siendo optimista.