Melodrama en el que un joven judío con tendencia bipolar conoce a dos mujeres en New York. James Gray da el paso que faltaba para consagrarse como uno de los grandes autores del cine americano. Abandona el género policial y confirma que We Own the Night (2007) no fue más que un encargo. Mantiene intactas sus virtudes: la puesta en escena clásica y rigurosa, la extraordinaria dirección de actores, la mezcla de estilización y realismo, la potente utilización de la música. Todo sin atisbos de ironía o reciclaje. De sólo apreciar el plano detalle de la comida de la madre al principio, los travellings por el centro de New York cuando va a la cita en el restaurant, la imagen de Gwyneth Paltrow en la terraza esperándolo y el plano entrecortado de Joaquim Phoenix cuando recibe la llamada, vemos el carácter desestabilizador del personaje. Lo más conmovedor de la historia y del personaje es que no sólo carga con su locura sino con la normalidad de quienes lo rodean (la vecina con la que inicia una relación destructiva o la novia perfecta que le buscan su padres). La escena del boliche con las luces parpadeantes y el erotismo natural del baile tiene el mismo efecto que el plano picado de las escaleras de We Own the Night. El film es un melodrama que actualiza el tema del triángulo amoroso con un rigor y una valentía fuera de toda complacencia.