Drama criminal que narra tres historias paralelas sobre el tráfico, la adicción y la lucha contra las drogas en California, Ohio y México. La mirada casi documental de Steven Soderbergh sabe qué mostrar y qué cortar. El film asume ciertos riesgos estilísticos (los contrastes muy marcados de la fotografía) y formales (la narración fragmentada) para una película de Hollywood. La postura ideológica (cortesía del guión de Stephen Gaghan) no es muy feliz en la comparación que hace entre los Estados Unidos y México. Los corruptos e inmorales siempre están fuera de sus fronteras. Lo que sí asume es una crítica a la familia americana que en definitiva cansa, American Beauty (1999), y no trasciende (siempre es posible la rehabilitación). Lo bueno es que no propone soluciones a una guerra sin sentido que cobra la mayoría de las víctimas a no consumidores. La postura de Soderbergh, que nunca juzga a sus personajes, parece favorable a la legalización. Se rescata Benicio Del Toro como un policía corrupto pero consecuente, la caída en la adicción de la adolescente (de la simple rebelión a la prostitución) y la única secuencia de acción (tan realista como impactante). El film es una propuesta calculada que sabe camuflarse para no molestar.