Biopic del corredor de bolsa Jordan Belfort en New York durante la década de 1990. Scorsese retoma sus colaboraciones con Leonardo DiCaprio luego del impasse que supuso Hugo (2011) y trata de recuperar el ritmo y los excesos de sus films de mafiosos. El problema es que la época en la que transcurre la película y los personajes que decide retratar son otros. Por lo que su película, que sigue el habitual arco del ascenso y caída, es más una comedia animal que en ningún momento puede adquirir una visión trágica, satírica o mínimamente punzante sobre el tema que trata. Cierto es que el material de partida, las memorias del propio Belfort, tampoco se las da. Pero Scorsese sólo se limita a puntuar algunas escenas cómicas con un indudable manejo del slapstick y a darle toda la libertad que DiCaprio necesita para construir a su personaje. Lo realmente molesto del cine de Scorsese de las últimas dos décadas es que es cada vez más infantil y más condescendiente hacia su público. Por no hablar de la rotunda incapacidad de presentar algún personaje femenino de cierta entidad. Pero esa es una batalla perdida hace mucho tiempo en su obra. Porque las pocas veces que lo intentó cayó en una retórica retrógrada que sería mejor olvidar.