Cuento de terror en el que cuatro personas son reunidas para realizar un estudio sobre el sueño en una mansión encantada en un pueblo de New England. Nueva versión de la novela The Haunting of Hill House (1959) de Shirley Jackson. La película falla estrepitosamente en el objetivo de todo film de terror ambientado en una casa encantada: asustar. Se centra en los sufrimientos y las alucinaciones de la protagonista sin recurrir a flashbacks, pesadillas o los típicos sustos. Pero nunca logra asustar y, lo que es peor, por momentos fastidia. Los problemas son la ineptitud de Jan de Bont para insinuar más allá de lo que muestra, la ausencia de un poco de truculencia que compense la falta de imaginación (PG-13) y los personajes estereotipados (el científico, la chica guapa, el charlatán). Lo mejor del film es el diseño de producción de Eugenio Zanetti: la casa enorme y lujosa está repleta de esculturas, pinturas y espejos. Incluso la fachada de la mansión tiene la idea de reflejar la cara del fantasma. El único momento inquietante viene cuando la protagonista se ve más joven en uno de los espejos. La periodicidad de tres noches (en la primera frío y ruido muy fuerte, en la segunda manchas de sangre en el libro y la tercera con un clímax más propio de un film de acción que de terror) se vuelve previsible. La resolución es absolutamente ridícula por el vínculo familiar justificador y el irrisorio enfrentamiento final con el genio del mal.