Shirin (2008)

Drama en el que unas espectadoras observan la representación teatral de la leyenda de Shirin en una sala en Teherán. Kiarostami continúa su línea de desprendimiento formal de Ten (2002) y Five (2003), aunque más allá de su valor como experimento formal en este caso no puede ocultar cierta pereza en la puesta en escena. Pese a que abandona el principio de no intervención (la iluminación, el encuadre y el montaje subrayan la idea de artificio en todo momento), el film no puede escapar a cierta sensación de estatismo. Si seguimos a Deleuze, la exploración que Kiarostami hace del rostro, del primer plano y de la imagen afección carece de unidad reflexiva (es demasiado reflejante), de la serie intensiva (porque es sistemático) y de la función desindividualizante (son todas mujeres). En contraposición, el film se acerca bastante a los experimentos de Marguerite Duras por la disyunción de imagen, sonido y palabra. La voz en off adquiere semejante poder que el resto es subsidiario. Tal vez sea hora de que Kiarostami abandone los proyectos vanguardistas y experimentales y vuelva a hacer lo que mejor hace.